Fueron, hace mucho, las románticas proletarias del amor. La noche les
puso nombres con seducción de insulto; paicas, locas, milongas,
percantas, obreras. Era frecuente verlas al alba desayunando un
chocolate con churros en la confitería Vesubio de la calle Corrientes.
Salían de trabajar a esa hora del "Chantecler", del "Marabú", del "Tibidabo".
Con un arranque loco de Madame Bovary de Barracas al Sur, se jugaron la vida en los tangos.
Alguna se enamoró de aquel bandoneonista y por amor, ganó.
Para otras la derrota fue mucha, terminaron atendiendo los guardarropas
de damas de esos mismos cabarets.
Acaso se fueron todas juntas un día, como si fueran una pequeña y extinguida raza con ojeras.
Este tango relata la última de las grelas, descubre su definitivo paso fantasmal,sobre el asfalto recién amanecido de una Buenos Aires espectral.