lunes, 18 de diciembre de 2017

Homero Expósito

Ventanal, ventanal de un sexto piso, vos perdida, yo sumiso y esta herida que hace mal... Ventanal, y los hombres todos chicos y los pobres y los ricos todos chicos por igual... Allí abajo se revuelven como hormigas: mucha fatiga, pero mucha cuesta el pan. Ventanal donde un lente permanente televisa mi dolor por la ciudad. Solo, sin tu amor, tirado y solo vuelo por las nubes del desvelo. ¡Ay! ¡Qué amarga sensación ver que este infierno fue el balcón de un sexto cielo! ¡No! No hay más remedio que vivir así apretado y pisoteado como en el suelo. Si tristeza da al mediocre la pobreza, ¡cómo habrás sufrido vos! ¡Vos, que tenés la misma altura que el montón! Ya no estás, ni es posible que te halle... Duele tanto tanta calle, tanta gente y tanto mal, que andarás con los sueños a destajo, como todos, río abajo, por la vida que se va. No hay estómago que aguante este desprecio ni tiene precio que se tenga que aguantar... Ventanal, y esta pena que envenena, ya cansado de vivir y de esperar. 

martes, 12 de diciembre de 2017

Quien ama, no necesita pedonar.

Estaba Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se
acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de
mayor concentración del Buda, lo insultó, lo escupió y le arrojó tierra.
Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con
compasión al agresor; sin embargo, los discípulos reaccionaron violentamente,
atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para
darle su merecido.
Buda en un instante percibe la totalidad de la situación, les ordena a los
discípulos que suelten al hombre y se dirige a este con suavidad y convicción
diciéndole:
-“Mire lo que usted generó en nosotros, nos expuso como un espejo que muestra el
verdadero rostro. Desde ahora le pido por favor que venga todos los días, a
probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Usted vio que en un instante yo lo
llené de amor, pero estos hombres que hace años me siguen por todos lados
meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y
quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida.
Regrese siempre que desee, usted es mi invitado de honor. Todo insulto suyo
será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un
engaño de la mente esto de ver la unidad en todo”.
Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de
la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la
lección de grandeza del maestro y tratando de escapar de su mirada y de la
vergüenza interna.
A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda,
se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida.
No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me
perdone y me acepte junto a usted”
Buda con una sonrisa en el rostro, le dijo: “Usted es libre de quedarse con
nosotros, ya mismo; pero no puedo perdonarlo”
El hombre muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el
maestro de la compasión, a lo que el Buda respondió:
-“Entiéndame, claramente, para que alguien perdone, debe haber un ego herido;
solo el ego herido, la falsa creencia que uno, es la personalidad, ese es
quien puede perdonar, después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel
de cierto avance, con una trampa incluida, la necesidad de sentirse
espiritualmente superior a aquel que en su bajeza mental nos hirió.
Solo alguien que sigue viendo la dualidad y se considera a sí mismo muy sabio,
perdona, a aquel ignorante que le causó una herida”.
Y continuó: “No es mi caso, yo lo veo como un alma afín, no me siento
superior, no siento que me haya herido, solo tengo amor en mi corazón por
usted, no puedo perdonarlo, solo lo amo. Quien ama, ya no necesita
perdonar.”

El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de
Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de
turbulencia y necesidad y ante esa mirada carente, el Buda añadió con
comprensión infinita:
-“Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que
necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, en
su soberbia están todavía llenos de rencor y les va a gustar mucho que usted
les pida perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo,
poderosos por darle su perdón y usted también va a estar contento y tranquilo
por recibirlo, va a sentir un reaseguro en su ego culposo y así más o menos
todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada
hubiera pasado”  Y así fue.

martes, 5 de diciembre de 2017

Alzaré mi voz

En pie de paz me hallaréis… ¡Siempre!
Alzaré mi voz cada mañana, cada tarde, cada noche.
Sin pausa, mi grito retumbará ante los tímpanos de los jerarcas,
hasta que se llene de amor la tierra entera.