martes, 9 de enero de 2018

Lo que esperamos.


Y entonces…

¡Ah!, ese día, abriremos los brazos sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo, hasta de nuestra sombra; y seremos capaces de acercarnos al pasto, a la noche, a los ríos, sin rubor, mansamente, con las pupilas claras, con las manos tranquilas; y usaremos palabras sustanciosas, auténticas; no como esos vocablos erizados de inquina que babean las hienas al instarnos al odio, ni aquellos que se asfixian en estrofas de almíbar y fustigada clara de huevo corrompido; sino palabras simples de arroyo, de raíces, que en vez de separarnos nos acerquen un poco o mejor todavía guardaremos silencio para tomar el pulso a todo lo que existe y vivir el milagro de cuanto nos rodea, mientras alguien nos diga, con una voz de roble, lo que desde hace siglos esperamos en vano.

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